ORÍGENES MUY HUMILDES. La historia de Einer Rubio entre los profesionales comienza cuando toda su familia se ve obligada a emigrar desde Chíquiza, en el departamento de Boyacá, a causa de la sequía que afectaba a los cultivos de papa y al establo propiedad de la familia. De allí pusieron rumbo a la capital colombiana, Bogotá, donde Einer, terminados sus estudios, se puso a trabajar en la construcción y juntó ahorros para comprarse una bici de hierro con la que volvió a entrenar en carretera. Aún en juveniles (2015 y 2016), Rubio comenzó a destacar y trascender como uno de los grandes valores colombianos de la época, lo que llamó la atención de un cazatalentos italiano con el que puso rumbo a Europa, a Pago Veiano, en la provincia italiana de Benevento.
EL GRAN SALTO. Einer sobresale pronto en tierras transalpinas, pese a la necesaria adaptación a un entorno que se ha acabado convirtiendo en su segunda familia -en aquel equipo, el Aran – Vejus, corre ahora incluso su paisano Brayan Malaver-. Conquista en 2018 una etapa del Giro sub23 el GP Capodarco y un parcial del Giro del Friuli -éste, por delante de todo un Tadej Pogacar-, y en 2019 se sube al cajón final (2º) de la ‘Corsa Rosa’ amateur.
LISTO PARA DAR SU MEJOR VERSIÓN. Su debut en el Giro 2020; su gran Vuelta a Burgos 2021 -mejor joven-; y, especialmente, su estupendo final de 2022, peleando con los mejores en las semiclásicas italianas y rozando el podio final -fue 3º varios días y acabó quinto- en Le Tour de Langkawi, como último apoyo del vencedor Iván Sosa, invitan a pensar que 2023 puede ser el año de su consagración. El discípulo de la Fundación Esteban Chaves aspira a grandes cotas a sus 25 años.
2020-22: Movistar Team