París-Roubaix

Dos años y medio han tenido que esperar los fans del ciclismo para volver a ver una París-Roubaix. Lo más duro de la pandemia se la llevó en 2020, y las sucesivas ondas de la primera mitad de 2021 invitaron a su disputa, ya en una situación casi de ‘control funcional’, en este otoño donde el ciclismo disfrutará, por segunda temporada consecutiva, dos Monumentos en el mes de octubre.

55 kilómetros de adoquín esperan en una prueba siempre muy ágil en sus primeros cien kilómetros, buscando la fuga del día, para adentrarse después en la destructiva sucesión de treinta tramos de adoquín, tres de ellos calificados como ‘cinco estrellas’.

Arenberg, ubicado a 95 kilómetros del final, con su ligera bajada y su enorme dureza, hace una selección clara; Mons-en-Pévèle, a 48 de meta y precedido por un ‘cuatro estrellas’ como Bersée, imprime otro punto de exigencia; y a una veintena de kilómetros de la llegada, el encadenado de Camphin-en-Pévèle (****) con el Carrefour de l’Arbre (*****) depara los ataques por el triunfo… si es que no se decide todo, como a menudo ocurre, entre los más fuertes en el sprint del Velódromo.