CAMPEÓN POR NATURALEZA. Nacido en Villafranca de los Caballeros (Toledo) pero afincado en Albacete, el manchego Javier Romo dio el salto a la bici con motivo de lo más duro de la pandemia en 2020, toda vez que el triatlón -disciplina en la que fue todo un campeón de España junior, y top-ten europeo, en 2017- salía del confinamiento más despacio que el ciclismo amateur. En apenas unas pocas pruebas, enrolado en el Baqué-Ideus sub23, se transformó en la gran revelación del pelotón. Podio en la Vuelta a Cantabria y, sobre todo, campeón de España de ruta sub23 en Cazorla (Jaén) con una tremenda escapada, sacando más de dos minutos al resto de ocupantes del podio, pronto se vio que su sitio sobre los pedales era entre los más grandes.

PRIMEROS PASOS EN ‘PROS’. Pese a su complexión de deportista completo -facultad que no ha perdido tras estos años rodando en pelotón-, Romo pronto destaca en la escalada. En su debut en la categoría, 2021, con Astana, termina 5º en la Coppi e Bartali -y 2º en el durísimo cierre de San Marino- y ronda los puestos de honor en las jornadas ‘reinas’ de Turquía, Hungría y Eslovenia ante profesionales del WorldTour. Su progresión queda, sin embargo, detenida en 2022, año del que luego se resarcirá en parte.

UN AÑO DE CONTRASTES. La temporada 2023 dejó los mejores momentos de Romo hasta la fecha en profesionales, pero también algunos de los más desagradables. Sufrió dos lesiones -una fractura maxilar y fístula por caída en la Itzulia y una vértebra rota en La Vuelta-, tras la primera de las cuales, pese a la abundante pérdida de sangre, fue reclamado por los técnicos antidopaje para pasar un control… cuando se encontraba ingresado en el hospital. Se lució, sin embargo, con múltiples fugas en Valencia, París-Niza, la propia Vuelta y, especialmente, con una gran Vuelta a Burgos. 7º en la general, mejor joven y listo para dar otro paso, ahora en las filas del equipo de casa.